Josephine Peary, la primera dama del Ártico
¿Te imaginas a una refinada y culta dama americana “paseando” entre los hielos de Groenlandia a finales del s.XIX? Esta es la historia de Josephine Peary, la primera mujer que formó parte de una expedición al Ártico en 1891, convivió con los inuit, dio a luz en el hielo y descubrió que Groenlandia era una isla.
A finales del siglo XIX, el Ártico era aún un territorio inexplorado. El 6 de junio de 1891 partió del puerto de Brooklyn una embarcación llamada “Kite” rumbo a aquel lejano y misterioso lugar del planeta. A bordo iba Robert Peary, el jefe de la expedición, acompañado de su mujer Josephine que, de esta manera, iba a convertirse en la primera mujer exploradora del Ártico.
Josephine Diebitsch Peary era hija de un militar prusiano. Fue una buena estudiante y una mujer culta y refinada que a los 19 años se casó con Robert Peary, un joven oficial de la armada. Desde el inicio de su relación, ella se volcó en la causa de su marido de llegar al Polo Norte.
Durante esa primera expedición de 1891, Robert se rompió una pierna y tuvo que pasar varios meses en cama en el barco. Al encontrarse con una enorme pared de hielo, quiso regresar pero fue Josephine quien lo convenció para seguir el viaje. Así fue como, mientras cuidaba a su marido, se ocupó a la vez de toda la logística del barco durante la expedición, soportando condiciones climatológicas muy duras y adversas.
Llegaron a la costa norte de Groenlandia y construyeron una cabaña de madera donde Josephine convivió durante un año entre los hielos, con su marido y otros cuatro hombres de la expedición. Pese a ocuparse de las tareas caseras, Josephine aprovechó el sol de medianoche para explorar el paisaje ártico y descubrir la impresionante e inhóspita naturaleza de la zona que describiría con todo lujo de detalles en su primer libro “Mi Diario Ártico. Un año entre hielos y esquimales” que publicaría en 1893.
Josephine también entabló relación con la comunidad local de esquimales inuit, sobre todo con las mujeres, a través de las que descubrió sus dramáticas condiciones de vida y sus duras costumbres en un entorno muy machista.
En su diario relata cómo era la vida de estas mujeres dentro del iglú, los abusos de violencia que sufrían por parte de sus maridos, algunas costumbres crueles como el infanticidio entre las viudas e incluso el primer caso documentado de un trastorno psíquico que los inuit denominan Pibloktoq, relacionado con la falta de luz solar, el frío y el aislamiento social y que afecta principalmente a las mujeres inuit.
En 1893, embarazada de 8 meses, volvió a acompañar a Robert en su segunda expedición al Ártico.Allí daría a luz a su hija Marie, que fue bautizada por la prensa como “El bebé de la nieve”, el nombre del segundo libro de Josephine en el que relataba esa experiencia de su maternidad en una tierra tan inhóspita.
El segundo nombre de Marie, Ahnighito, es la palabra que los inuit utilizan para nombrar a los meteoritos que habían caído sobre Groenlandia hacia miles de años. En 1894 Robert Peary solicitó la ayuda de un guía local esquimal, que lo llevó al norte de Cabo York, donde localizó las grandes masas de hierro.
Peary tardó tres años en organizar y llevar a cabo la carga de los pesados meteoritos de hierro en los barcos y vendió las piezas por 40.000$ al Museo de Historia Natural de Nueva York, donde todavía se conservan.
A lo largo de los siguientes años, Robert Peary fue ausentándose reiteradamente de su hogar en su afán por llegar al Polo Norte. En 1900, durante una nueva expedición, el explorador sufrió la amputación de ocho dedos de sus pies por congelación. Josephine no se lo pensó dos veces y partió con la intención de socorrer a su marido.
El barco en el que viajaba sufrió un accidente con un iceberg y obligó a Josephine a pasar el invierno en Groenlandia, a 300 kilómetros del campamento donde estaba su marido. Allí, descubrió la infidelidad de Robert con Allaka, una mujer inuit con quien Josephine siguió conviviendo, pese a saber esperaba un hijo del explorador.
Robert Peary alcanzó su sueño de llegar al Polo Norte en 1909. Tras conseguir esa gesta, volvió a su hogar con Josephine. Siguieron juntos hasta la muerte del explorador en 1920. Josephine le sobrevivió 35 años. La refinada dama de la alta sociedad americana consiguió ser mucho más que “la mujer de…” y, hoy en día, es considerada una pionera de la exploración del Ártico, una mujer valiente y entregada, además de una escritora de éxito cuyas novelas son una referencia para historiadores, antropólogos y estudiosos del Ártico y del pueblo inuit.