Svalbard, el remoto reino del oso polar
Islas Svalbard, la primera vez que lo escuché, ya me pareció un destino lejano y remoto, dos ingredientes imprescindibles para un viaje excepcional. Situado en el paralelo 78, a tan solo 12 grados de diferencia del Polo Norte, ya tenía la aventura asegurada, y aquí estaba yo, dispuesta a descubrir lo que estas islas remotas querían ofrecerme.
Este remoto archipiélago noruego del Ártico es uno de los lugares más desconocidos del planeta a la vez que un destino rico en una gran biodiversidad animal y en el que se puede disfrutar de diferentes experiencias y actividades tanto en invierno como en verano.
Este conjunto de islas, situado en el Mar Glacial Ártico está cubierto en un 60% por glaciares y formado por diversas islas, de las cuales solo 3 están habitadas. Su capital, Longyearbyen, es el hogar de unas 2.000 personas procedentes de unos 50 países y es la ciudad más septentrional del mundo. En Svalbard, se dice que existen tres estaciones a lo largo del año: "Verano polar, invierno de la aurora boreal e invierno soleado". Los habitantes de esas islas viven con 4 meses de oscuridad al año y 4 meses de luz las 24 horas del día. El clima es muy extremo con temperaturas que pueden ir de los -14 grados en invierno a los 6 grados en verano.
Aunque es posible que los vikingos ya descubrieran estas islas hacia el s.XII, no fue hasta 1596 que la isla principal del archipiélago fue descubierta por Willem Barents, quien la bautizó con el nombre de Spitsbergen, del neerlandés “montañas afiladas”, en referencia a las montañas que vistas desde el mar parecían flotar. Durante los siglos XVII y XVIII, las islas sirvieron como base ballenera de neerlandeses, españoles e ingleses y también se establecieron en ellas las bases operativas de muchas de las expediciones árticas.
Si bien reconoce la soberanía de Noruega, desde los años 20 hasta finales de los 90, la población rusa que llegó a Svalbard para explotar los recursos mineros, fue de las más grandes.
Svalbard también es conocida por la población de oso polares (se cree que hay unos 3.000) pero también habitan diferentes especies como las morsas, las focas, los narvales, el zorro ártico o los renos y las ballenas beluga.
La captura de osos polares, así como la caza de ballenas, fueron históricamente un gran negocio en Svalbard, no obstante, hoy en día está totalmente prohibido y los osos polares y otras especies están totalmente protegidos en una variedad de reservas naturales y parques nacionales ocupando casi dos tercios de las islas.
En cuanto a las actividades que se pueden realizar en este archipiélago remoto del planeta, dependerá de la época del año en la que viajemos, navegar en zodiac por los fiordos y avistamiento de ballenas en verano, auroras boreales de otoño a primavera y paseo en trineo de perros, safaris en moto de nieve, esquí y raquetas de nieve en invierno.
En este viaje, bajo el cielo soleado de finales de marzo y después de equiparnos debidamente con vestuario térmico para protegernos del frío, nos esperaba una de las mayores aventuras jamás vividas: A bordo de mi moto de nieve, con nuestro guía experto, cruzando las llanuras blancas de hielo salimos bordeando la costa del Templefjord hacia el norte en busca del oso polar.
Conduciendo nuestra moto de nieve, explorando el vasto manto blanco donde fácilmente aprendes a reconocer varias tonalidades de este “color” en funcion de la luz y la antigüedad de la nieve y el hielo, abriendo bien los ojos y al acecho buscando al majestuoso oso blanco que puede aparecer en cualquier momento, quizá cazando una foca, puede que detrás de un glaciar o justo al cruzar la siguiente colina.
Durante nuestro safari, cruzando kilómetros de terreno y mar helado, con imponentes glaciares como telón de fondo, decenas de aves árticas sobrevuelan nuestra senda, un escurridizo pero curioso zorro ártico se cruza en nuestro paso y las focas se asoman tímidamente en los agujeros hechos por ellas en el hielo para salir a la superficie.
Y allí está… vemos la primera señal del oso polar, una huella reciente en el hielo nos descubre que este plantígrado ártico se encuentra cerca. Avanzamos un poco más siguiendo las marcas en la nieve hasta que por fin, casi confundiéndose con el horizonte, la vemos, una mamá oso con sus cachorros.
Guardando una distancia de seguridad, apagamos los motores de las motos y admiramos la belleza que la naturaleza nos brinda, la osa levanta el hocico y nos huele en la distancia, ya sabe de nuestra presencia y nos ha visto, busca a sus cachorros y sin más, prosigue con su camino. La sensación es más que emocionante y totalmente indescriptible
Yo pensaba que ya habia cumplido mi cometido, sin ser consciente de las sorpresas que este viaje todavía me iba a deparar.
Con la adrenalina al máximo por haber visto al oso polar en semejante paraje, continuamos nuestro viaje más al norte hasta llegar a la ciudad de Pyramiden, un pueblo fantasma muestra de aquel pasado de los mineros rusos, lleno de restos de la minería del carbón: vigas de acero y herrajes oxidados, los edificios de la mina semi derrumbados, ferrocarriles abandonados y grandes montículos de desechos negros.
Pasear por las calles de Pyramiden totalmente abandonadas, con el viento silbando en las montañas y la todavía erguida escultura de Lenin en la plaza central ofrecen una visión algo dantesca que contrasta con el blanco y azul de los glaciares y las casas de colores de otras zonas del archipiélago que parece que se haya detenido en el tiempo.
Dejando el asentamiento ruso atrás y regresando a Longyearbyen, llegamos a Basecamp Hotel, nuestro hogar y pequeño hotel decorado como las antiguas cabañas de los tramperos antes de continuar al día siguiente hacia el sur oeste, donde nos esperaba una antigua estación de radio.
- El hotel cuenta con 16 habitaciones, todas ellas diferentes y únicas —
- El loft Cognac, con techo de cristal, es un buen lugar para relajarse contemplando un cielo repleto de auroras boreales —
- El interiorismo de este hotel simula el estilo de las antiguas cabañas de tramperos —
- El interior del hotel está cubierto de madera, mapas, fotografías y objetos que ilustran el pasado y el presente de la vida en el Ártico
Isfjord Radio es un antiguo puesto meteorológico y estación de radio de 1933, enclave estratégico durante la guerra fría, a 1.300km del Polo Norte que presume de ser la estación de radio más al norte del mundo.
Un lugar todavía más remoto si cabe, alejado de la civilización, sin conexión por carretera. Durante el invierno, se llega en trineo de perros o en motos de nieve y, en verano, cruzando el océano Ártico en barco. Esta estación de radio convertida en hotel, sorprende por el contraste entre un exterior sencillo y funcional y un interior moderno y acogedor, que incluso mantiene la sauna que se construyó para los trabajadores en los años 50.
Sin duda, las Islas Svalbard, en este remoto lugar del mundo, es el lugar perfecto para tomar conciencia de la belleza salvaje y, a la vez, de la fragilidad de un ecosistema, el Ártico, que está siendo uno de los más afectados por el cambio climático en los últimos años.