Auroras boreales, las damas verdes del cielo
Desde la antigüedad, los pobladores de las regiones del Círculo Polar Ártico se han sentido fascinados por la mágica danza poética de luces de las auroras boreales en el cielo. Según los inuit, estas luces del norte representaban a los espíritus de familiares o amigos que habían muerto y que danzaban en la otra vida.
En la cultura sami, el fenómeno es conocido como Guovssahas, que significa "la luz que puede ser oída" y, los vikingos, vieron en este fascinante fenómeno la armadura de las valquirias que arrojaba una extraña luz parpadeante. Hoy en día, quien ha tenido la suerte de presenciar una aurora boreal, también llamada “dama verde” por los locales, sabe que ha vivido una de las experiencias más mágicas que pueden observarse en la naturaleza.
Las auroras boreales se forman a unos 70-100 kilómetros sobre la superficie terrestre, cuando las partículas procedentes de las explosiones y llamaradas solares chocan contra el escudo magnético de la Tierra, son atraídas hacia una zona alrededor del Polo Norte, conocida como el óvalo o cinturón de las auroras. Allí, al entrar en contacto la atmósfera terrestre, se desprende una energía que es lo que conocemos como luces del norte.
Si tienen lugar en el hemisferio norte se denominan auroras boreales mientras que las de hemisferio sur con las auroras australes. Los colores verdes y amarillentos de este fascinante fenómeno se debe a la interacción con el oxígeno de la atmósfera mientras que el nitrógenos es el responsable de los tonos azulados y púrpuras que también pueden apreciarse en ocasiones.
Aunque no puede captarse a través del oído humano, las auroras boreales emiten un sonido similar al chasquido de la electricidad estática. Las regiones donde hay más posibilidades de ver estas luces del norte están a una latitud de 66 a 69 grados al norte, una franja del planeta que incluye el norte de Alaska y Canadá, algunas partes de Groenlandia, el norte de Escandinavia y de Escocia y el norte de Rusia. La mejor época para ver las auroras va de noviembre a abril, siendo enero y febrero los meses de mayor intensidad de este fenómeno celeste.
Además de contemplar las auroras boreales, viajar al Ártico en invierno permite realizar algunas actividades que van más allá de las clásicas como los trineos de perro, las motos de nieve o el esquí de fondo. Es el caso de un crucero de tres horas a bordo de un rompehielos navegando por el golfo de Botnia, perteneciente al Mar Báltico. La experiencia permite caminar sobre el mar helado y pegarse un chapuzón en el agua, a 0 grados de temperatura, gracias a los trajes térmicos y estancos.
En la Laponia sueca, Arctic Bath ofrece un entorno único en el que contemplar tanto las auroras boreales en invierno como el sol de medianoche en verano. Se trata de un nuevo y extraordinario hotel spa flotante ubicado en el río Lule, cerca del pequeño pueblo de Harads. Construido en forma circular sobre el agua, Arctic Bath flota durante el verano y se congela en el hielo durante el invierno, ofreciendo una experiencia única de bienestar y lujo sostenible en el Ártico durante todo el año.
Como un pequeño y remoto escondite mágico, Arctic Bath está integrado por cabañas sostenibles que incorporan la naturaleza en su interior a través de materiales como la madera, la piedra, el cuero y los textiles de lujo, integrados a la perfección en el diseño escandinavo que caracteriza todo el interiorismo. El punto de partida ideal desde donde vivir una de las experiencias de viaje más mágicas del planeta.
- Los grandes ventanales de cristal y la madera son los principales materiales de las exclusivas cabañas —
- El spa flotante está cubierto de troncos y se inspira en la forma tradicional en la que se transportaba la madera por el río hasta los años 60 —
- Algunas de las cabañas se encuentran sobre tierra mientras que otras se han construido sobre el agua, que en invierno se convierte en hielo —
- El interior cuenta con todo el confort para disfrutar de una estancia inolvidable bajo el cielo del Ártico. Fotos: Daniel Holmgren
En Finlandia, Octola ofrece una estancia de lujo en su lodge o villa de montaña donde el objetivo es relajarse reconectando con la naturaleza más remota de Laponia. El nombre hace honor al número 8 que, para Janne Honkanen, fundador de Octola, tiene un simbolismo especial ya que la latitud 66 Norte del círculo polar Ártico atraviesa 8 países, existen 8 estaciones en Laponia y una brújula marca 8 puntos de orientación.
Así, no es de extrañar que el menú degustación propuesto por el chef de Octola conste también de 8 platos inspirados en las recetas de la cocina ártica. Otra de las curiosidades de este exclusivo chalet ártico es la forma del lodge, que está inspirada en los edificios tradicionales lapones "laavu", que en el pasado solían proporcionar refugio para aquellos que vivían el estilo de vida nómada.