Los Andes peruanos a bordo de un tren de lujo
Cuando hablamos de Perú, lo primero que se viene a la cabeza es su emblemática ciudadela, Machu Picchu, pero Perú es mucho más…es gastronomía, paisajes infinitos, aventura, trenes y sobre todo es historia.
Lima fue mi primera toma de contacto con el país, y como no podía ser de otra manera, el ceviche fue mi primer gusto al paladar. Pocas horas en la capital, pero suficientes para darse cuenta de que el viaje ya había comenzado…
Es en la llegada a Cuzco, cuando el famoso mal de altura hace presencia, porque sí, es cierto y tan real como los 3.400 metros a los que se encuentra la antigua capital del Imperio Inca. Resulta difícil poder definir al denominado “ombligo del mundo”, que es lo que Cuzco significa en Quechua, pero sin ánimo de resultar pretencioso, es sencillamente mágica.
Pasear por sus antiguas calles adoquinadas, descubrir sus iglesias barrocas y empaparse de la historia andina conociendo restos de los templos incas, hace que esta ciudad te atrape desde el primer instante.
Todos los caminos conducen a la Plaza de Armas, donde encontramos su famosa catedral barroca (uno de los mejores ejemplos de arquitectura colonial) y el centro neurálgico de la vida cotidiana de la ciudad, que invita a pasear y a caminar despacio, pues aún nos estamos aclimatando a la altura. Si la capacidad pulmonar está de tu lado, es de visita obligada subir hasta el carismático Barrio de San Blas ya que, desde su mirador, las vistas de Cuzco son inmejorables.
La vida a bordo del tren comienza desde Cuzco, concretamente desde la estación de Poroy, en el km18, un recorrido escénico de aproximadamente tres horas, contemplando un paisaje fantástico y esperando impaciente la llegada a Machu Picchu.
Durante el trayecto en el exclusivo tren Hiram Bingham, llamado así en honor al explorador estadounidense que descubrió las ruinas de Machu Picchu a principios del s.XX, se vive una experiencia única. El servicio es insuperable y la oferta culinaria va acorde con el recorrido, cuidando cada detalle. Los vagones están pintados de azul y dorado con una elegante decoración al estilo de los trenes Pullman de la década de los años ’20, - ¡un auténtico viaje en el tiempo!.
Para los más intrépidos el vagón observatorio brinda la oportunidad de bailar al ritmo del cajón peruano con música tradicional en vivo, y por supuesto con un pisco sour, o dos.
- El tren, que debe su nombre al explorador que descubrió la ciudadela de Machu Picchu, recorre el Valle Sagrado —
- El vagón observatorio es el lugar ideal para compartir nuestras impresiones del viaje con otros viajeros —
- El pisco sour se convierte en un compañero más del viaje —
- El interiorismo del Hiram Bingham nos traslada a la época dorada de los viajes en tren de los años 20 del siglo pasado. Fotos: Belmond
Lo que aguarda en Machu Picchu es indescriptible. Esta ciudadela inca, que fue descubierta a principio del siglo XX, se alza entre ruinas. Sus terrazas verdes con el telón de fondo de las cordilleras andinas, conforman un espectáculo que supera las expectativas. Contar algo más de Machu Picchu, sería poco objetivo. Por ello… solo puedo invitar a descubrirlo por uno mismo.
La experiencia en Hiram Bingham no fue más que la antesala de lo que estaba por llegar, ¿cómo sería recorrer el altiplano peruano sin bajarse del tren ni siquiera para dormir?, pues estaba a punto de comprobarlo. En la estación de Cuzco esperaba lo que iba a ser mi hogar los siguientes días, Belmond Andean Explorer, el primer tren nocturno de lujo de Sudamérica que se desliza desde Cusco, la capital del Imperio Inca, a través de las elevadas llanuras andinas hasta la ciudad blanca de Arequipa.
Una aventura de tres días y dos noches donde llegar a lo más alto de Perú antes era inimaginable. No exagero si digo que esta experiencia permanece en el recuerdo, desde el recibimiento en este peculiar tren-hotel, pasando por su refinada y contemporánea oferta culinaria, hasta las experiencias a bordo, todo ello en un ambiente donde la tripulación forma parte del viaje, sintiéndote en familia.
En contraste con el llamativo paisaje que recorre el Andean Explorer, cada cabina twin o doble ofrece una relajante mezcla de detalles peruanos y oxígeno incorporado para garantizar la mayor comodidad en estas altitudes.
La Raya, a más de 4.000 metros de altitud, marca la frontera entre las regiones de Cuzco y Puno. El tren realiza su primera parada en este punto al ritmo que el sol se pone entre los Andes, posiblemente es una de las mejores puestas de sol que se pueden ver en todo Perú.
Al regreso, y mientras el tren pone rumbo a la estación de lago Titicaca, la cena es el momento perfecto para seguir disfrutando de exquisitos productos locales.
Pero es cuando el amanecer sorprende por la ventana, cuando uno se da cuenta realmente de donde se encuentra. Se suele decir que un destino de playa se asemeja al paraíso por sus cristalinas aguas, etc. Pero ¿y el paraíso de montaña? – sin duda, está aquí.
Es después del desayuno cuando comienza la exploración del lago Titicaca y las islas de los Uros, peculiares islas artificiales creadas a partir de juncos cuidadosamente tejidos y que su población renueva constantemente.
De regreso al tren, la laguna de Saracocha es la siguiente parada donde pernoctar. Un recorrido de sinuosas curvas disfrutando, de nuevo, de una innovadora gastronomía y un paisaje impactante. Cuando el tren para, presupones que has llegado a destino, pero no es hasta el siguiente amanecer cuando vislumbras esta inmensa laguna.
Desde el lago Titicaca, el tren pone rumbo a Arequipa donde finaliza ese extraordinario viaje sobre ruedas a través de los fascinantes paisajes de este impresionante país que es Perú.