La sola mención de la palabra "Caribe" nos evoca imágenes de deslumbrantes playas de arena blanca, aguas turquesa y altas y verdes palmeras. Mar de exploradores, descubridores, piratas y románticos, el Caribe ha sido durante más de 500 años uno de los principales “hubs” comerciales y multiculturales del mundo. Se calcula que existen más de 700 islas e islotes en este mar, cada una de ellas con una cultura y una biodiversidad únicas.
En una de estas islas, en St. Martin, los indios Arawak llegaron en el 800 d.C y bautizaron la isla con el nombre de “Sualouiga” o “Tierra de Sal”, a causa de las numerosas salinas que estaban esparcidas por todo su territorio. Los holandeses establecieron un asentamiento en la isla en 1631 y fueron los que iniciaron la explotación de la sal a gran escala ya que la utilizaban para conservar la carne y las toneladas de pescado que pescaban en el Mar Báltico. En esa época ya existía también en la isla una colonia de 14 familias francesas.
En 1633 los españoles invadieron St. Martin y los intentos de los franceses y holandeses de proteger sus asentamientos fueron inútiles, por lo que se retiraron hasta que las tropas españolas abandonaron la isla en 1648. Francia y Holanda firmaron entonces un “Tratado de Concordia” por el que se repartieron la isla. Así, hoy en día, una línea imaginaria divide la isla en dos. Por un lado, Sint Maarten, la parte holandesa, y por el otro St. Martin, la francesa. Con el lujo por bandera, ambas zonas de la isla están repletas de playas maravillosas, boutiques, casinos y hoteles como La Samanna.
Cuando el empresario James Frankel visitó por primera vez Baie Longue, fue un amor a primera vista. En una hora había comprado el terreno en el acantilado con vistas a la playa y soñaba con construir una casa de vacaciones para su familia. Después de descubrir que el área estaba dividida en zonas para un hotel en lugar de una casa, decidió construir un resort donde pudiera entretener a sus amigos. El nombre surgió de las primeras letras de los nombres de sus tres hijas: Samantha, Anouk y Nathalie. Y así fue como nació La Samanna, que abrió sus puertas en 1972.
Aunque en aquella época llegar a St. Martin ya era toda una aventura, sin vuelos directos y con una única carretera que rodeaba la isla, el lujo clásico de La Samanna y la magia de la bahía atrajeron a celebridades de la altura de Richard Nixon, la cantante Diana Ross y la gran dama de L’Oreal, Liliane Bettencourt. Aún hoy en día sigue atrayendo a personajes tan famosos como Oprah Winfrey.
Desde sus inicios, este resort ofrece una experiencia de lujo a través de sus habitaciones y suites o villas para quienes desean mayor privacidad. Desde allí, St.Martin ofrece un sinfín de experiencias para todos los gustos y edades. A parte de actividades más tradicionales relacionadas con el mar como el snorkel, el paddle surf, navegar en kayak, realizar un crucero al anochecer alrededor de la isla, una romántica cena sobre la arena o reservar una exclusiva cabaña para pasar el día en la playa con estilo, además de las experiencias más exclusivas en la isla.
Una de las experiencia más singulares consiste en visitar la vecina isla deshabitada de Tintamarre, nombre que procede del francés y que curiosamente significa “alboroto”, palabra que caracterizó en el pasado esta isla estratégica que se disputaron franceses y holandeses. Irónico, considerando que hoy la isla está completamente deshabitada, con una costa rocosa, playas de arena blanca y una orografía plana, por lo que los locales la denominan “Flat Island”.
Este pequeño punto estratégico del Caribe es conocido también porque allí fue donde operó entre 1946 y 1950 la aerolínea local Antillean Airline Company o CAA, que gestionaba una pequeña flota de aviones reutilizados desde Tintamarre y que volaban a Dominica, Santa Lucía, Martinica y Anguila. La única pista de aterrizaje proporcionó nuevas rutas y, con ellas, oportunidades de contrabando de alcohol. En 1950 la pista se cerró y nunca más se volvió a utilizar. Hoy, entre los arbustos bajos y la hierba, la pista prácticamente ha desaparecido junto con la mayoría del pasado histórico de la isla.
A 20 minutos en ferry desde St.Martin, desembarcamos en Anguila, la más septentrional de las Islas de Sotavento, que cubre solo 90 km² de superficie terrestre. Ubicada en el Caribe Oriental, la isla forma parte de las Indias Occidentales Británicas, una región famosa por su ritmo de vida lento y apacible.
Anguila fue una vez un sitio sagrado para los Arawak, quienes la llamaban “Malliouhana”, que significa serpiente marina. Todavía podemos encontrar ecos del misticismo de esta tribu en lugares como Big Spring, con sus petroglifos antiguos y pinturas rupestres.
En el extremo sur de Anguila, Maundays Bay es un edén aislado caracterizado por la arena nacarada y las aguas de color azul cobalto. Allí, como mecido entre la brisa de las palmeras perezosas, se extiende a lo largo de la orilla de la bahía, el resort de lujo Belmond Cap Juluca.
Cap Juluca lleva el nombre del espíritu arcoíris de los Arawak, Según la tradición local, "Juluca" era un ser místico cubierto de finas plumas de colores que traía suerte a los pescadores. Esta isla nunca fue un enclave comercial estratégico así que, quienes se asentaron aquí, buscaban principalmente la paz y la libertad. Esto es lo que dio forma al espíritu de un lujo auténtico y relajado que todavía se percibe en la actualidad. Así, Belmond Cap Juluca es el punto de partida perfecto para que descubramos las maravillas de Anguila.
Esta pequeña isla cuenta con algunas de las mejores playas del Caribe como Shoal Bay. Para descubrir el estilo de vida local, lo mejor es pasear por Sandy Ground, un pequeño pueblo que combina bares coloridos y restaurantes acogedores, con arenas doradas y veleros que se balancean suavemente.
Anguila parece que tenga su propio ritmo de vida, un tempo que nos permite explorar con calma un buen número de lugares cautivadores. Podemos hacer realidad la fantasía de pasar un día en una isla desierta en Sandy Island, un pequeño banco de arena rodeado de palmeras frente a la costa noroeste.
O descubrir los Cayos Prickly Pear, una cadena de islotes rocosos deshabitados ricos en arrecifes de coral y con una exuberante vegetación. Anguila es un destino de ensueño para practicar snorkel o submarinismo y disfrutar de los colores de su fondo marino o nadar junto a las tortugas.
Si preferimos quedarnos en tierra, podemos jugar al golf, realizar un safari de aves para observar algunas de las 130 especies que habitan la isla o, si queremos algo más de adrenalina, podemos hacer un recorrido en todoterreno por el interior.
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