Islandia, la isla de los cuatro elementos
Si me preguntaran un destino donde todas las maravillas de la naturaleza tuvieran lugar, sin duda Islandia sería mi respuesta. Desde las aguas termales humeantes y los volcanes dormidos hasta los antiguos glaciares y pastizales cubiertos de hierba; Islandia es una tierra de belleza natural cruda, aún resonando con el sonido de los cantos vikingos de fondo.
Los paisajes escarpados formados por las mayores fuerzas de la tierra: el viento, la lava, el fuego y el hielo, han convertido a Islandia en un lugar de una belleza dramática, con sus imponentes cascadas, lagos geotérmicos y cuevas de hielo mágicas que han cautivado la imaginación de muchos escritores y como no, productores de Hollywood.
Así mismo, lo místico también está entretejido en la tela de Islandia, rica en cuentos y leyendas populares sobre elfos, hadas y trolls junto con sus más de 30 volcanes activos, las innumerables aguas termales burbujeantes y lagos geotérmicos que inundan el país, como la conocida "Laguna Azul".
La Laguna Azul es un balneario geotermal natural situado a 40 minutos de Reikiavik. Esta gran lago artificial se formó en 1976 a consecuencia de las perforaciones que se realizan en la planta geotermal Svartsengi para obtener electricidad. El agua subterránea se calienta entre 37ºC y 40ºC a causa de las filtraciones de lava. Se trata de una de las zonas con mayor actividad geotérmica del mundo.
Empezaba mi viaje de 10 días cargada de emoción pensando que me depararía este ecléctico lugar. Mi llegada a Reikiavik fue como imaginé, una ciudad tranquila, apacible, ordenada, pero a la vez vibrante, moderna y actual y donde sus habitantes con su perfecto inglés, te saludan con una calidez que uno espera encontrar más en el sur de Europa.
Continué mi viaje hacia el Círculo Dorado y mi primera parada fue el Geiser, la fuente de agua termal que sale a chorro del fondo de la tierra y que da nombre a este fenómeno en otras partes del mundo. La primera sorpresa llega cuando los locales te cuentan que no erupciona desde hace más de 90 años y que el verdadero espectáculo te espera 400 metros más allá, donde su hermano Strokkur te sorprende con su estruendo ensordecedor y su chorro de agua con más de 30 metros de altura para darte la bienvenida a una tierra que emana vida.
- Reikiavik es la capital situada más al norte de todo el planeta. En verano cuenta con 24 horas de luz al día. —
- El géiser de Strokkur erupciona cada 4 a 8 minutos con una altura de 15 a 20 metros. —
- La iglesia luterana de Stradarkirkja, construida en lo alto de una colina en la costa sur de Islandia se utiliza como faro para los marinos. —
- Los icebergs que flotan en el océano son traídos a la orilla de la playa por las olas y quedan allí varados. Algunos tienen el tamaño de un coche pequeño.
De allí me acerqué a otra forma de agua viva, a la cascada Gullfoss, sin duda, una de las más bonitas de Europa, donde el río Hvitá se precipita y fluye hacia una amplia escalera de tres escalones para definitivamente precipitarse en dos etapas en una grieta de 32 metros de profundidad que se pierde a la vista.
Y no podía salir del Círculo Dorado sin pisar el valle de Thingvellir, el paso donde chocan las 2 placas tectónicas que separan Norteamérica y Europa y donde se fundó uno de los parlamentos mas antiguos del mundo, allá por el año 930.
Dejando atrás el Círculo Dorado, era el momento de un poco de acción a bordo de un super jeep, un Land Rover pero con las ruedas más grandes como si fueran de un tractor para descubrir Landmannalaugar, en las Tierras Altas de Islandia, un paraíso escondido cuyo difícil acceso ha permitido conservar este paisaje como una de las zonas más vírgenes de Europa.
Nuestro superjeep nos permitió adentrarnos en este paisaje único formado por tierra de lava y placas de hielo, donde los vehículos habituales no pueden circular. Y, ante mis ojos, se mostraba un paisaje de montañas de vivos colores junto con el ¡vapor que emanaba del suelo por doquier y manantiales naturales para el baño y completamente gratis!
Cuando ya pensaba que nada más podría sorprenderme de este país, llegué al glaciar Vatnajökull, el mayor de Islandia y el segundo de Europa donde, después de equiparme con unos crampones, me esperaba un trekking de dos horas sobre el glaciar.
La diversidad de colores blanco y azul, entremezclados con el negro de los restos de lava y ceniza de volcanes que erupcionaron en el pasado, se abría paso ante mis ojos para terminar a los pies del lago glaciar Jökulsárlón, de un azul intenso salpicado de pequeños icebergs que flotan por doquier. Estos icebergs proceden del gran glaciar y van dejando a su paso pedazos de hielo hasta llegar a una playa negra. En mi cabeza no podía haber una imagen más contradictoria que encontrar grandes bloques de hielo en una playa…
La aventura no terminó aquí. Al dejar la playa de Jökursárlón, nos esperaba un helicóptero para realizar un vuelo panorámico sobre esta tierra de hielo y fuego y, tras 20 minutos de viaje, llegamos a la entrada del volcán Thrihnukagigur.
Viaje al centro de la Tierra
Después de equiparnos con un casco de seguridad, un frontal y un arnés de seguridad, bajamos con un grupo reducido de 8 personas en un ascensor eléctrico unos 120 metros a través de la chimenea del cráter inactivo. La oscuridad nos abrazaba y solo tenía la luz de mi frontal que me mostraba a través del hueco las maravillosas tallas que el fuego y la lava han esculpido aquí a través de los años.
Tras un descenso de unos 7 minutos, llegamos al principio de unas pasarelas construidas que nos llevaron a las entrañas de la cámara magmática. Esa sensación de estar “dentro” de la Tierra es inexplicable… los colores ocres, rojos y azules plasmados en la roca de la chimenea son indescriptibles.
Después de una hora aproximadamente, salimos del volcán donde nos esperaran unas fat bikes. Al igual que el super jeep, son unas bicicletas especiales con ruedas adaptadas al suelo blando de lava islandés que nos permitieron disfrutar de un cómodo paseo por los alrededores de la falda del volcán, cruzando el valle en este paisaje de tierra de cuento.
Siendo ya mi última noche en Islandia, me quedaba la espinita de contemplar uno de los que es sin duda, uno de los mayores espectáculos en el cielo. Pasaban las noches y el tiempo no acompañaba. Y por fin, el último día, la noche clara y oscura y justo sobre mí, ahí estaba, en un entorno idílico, mágico a más no poder, una magnífica aurora boreal me despedía con todos los honores de mi aventura en Islandia.