Bután, un viaje con la felicidad incluida
Dicen que Bután es el país más feliz del mundo, y donde dan más importancia a la Felicidad que al turismo. Aquí se mide el nivel de felicidad interior (FIB), en lugar de medir el PIB…. ¡IncreÍble!.
Belleza natural, cultura y tradición. Estos quizás sean los pilares más importantes de la vida en Bután, un país del sur de Asia que limita con China, Nepal y con la India. Este país, escondido entre montañas, se mantuvo aislado del turismo hasta 1974 y que cuenta con más de 155 templos y monasterios. En dzongkha, el idioma oficial butanés, Druk Yul es el nombre de Bután, que significa “Tierra del dragón del trueno”.
Lo más increíble del inicio de mi viaje a Bután fue, sin duda, el vuelo de llegada y el aterrizaje. Se puede llegar con Druk Air o Bhutan Airlines… sea como sea, sobrevolar la cordillera del Himalaya te da una sensación de grandeza difícilmente comparable con otro vuelo. Cuando llegué al Himalaya (importante pedir asiento a la derecha del aparato a la ida e izquierdo a la vuelta), la azafata ya nos avisó de lo que estábamos viendo: los montes Everest, Lhotse, Makalu y Kangchenjunga.
¿Sabíais que el aterrizaje en el aeropuerto de Paro solo puede ser realizado de forma manual y hay muy pocos pilotos acreditados en el mundo para hacerlo?. Este aeropuerto está situado en el corazón de un valle a 2.237 metros de altitud rodeado por montañas que superan los 5.000 metros.
En mi viaje a Bután tuve la suerte de alojarme en los Hoteles de la Cadena Six Senses, inaugurados en 2019, en las localidades de Paro, Thimpu y Punakha, así como en los hoteles de la Cadena Como Uma en Paro y Punakha y visitar los hoteles de la Cadena Aman. Cada hotel es para un tipo de cliente y en base a mi experiencia os recomendaremos una opción o la otra.
A mi entender, el tiempo mínimo para visitar este maravilloso país rodeado de montañas es de 6 días/5 noches, si queremos visitar la zona oeste del país: Thimpu, Punakha y Paro. Pero si disponéis de más días os aconsejo alargar el viaje y adentraros más en el país, hasta llegar a Gangtey y Bumbthang. La carretera es bastante cómoda, aunque es un trayecto largo: por suerte desde hace relativamente poco hay un vuelo interno que hace el recorrido Bumthang – Paro.
En la cima del mundo
En mi viaje a Bután, visité primero Thimpu, dirigiéndome a ver el Buda Dordenma, una gigantesca estatua de Buda Shakyamuni, que ofrece unas maravillosas vistas a las montañas. No dejéis además de visitar el mercado: muy colorido y con mucha vida.
Desde Thimpu el viaje continúo hasta Punakha, no sin antes parar en el Paso de Dochula, a 3.150m de altura y sus 108 chortens, desde donde realizamos un trekking de 3 horas, hasta llegar al punto más alto, el Templo de Lungchutse, de 3.566m, desde donde se avistan muchas cimas de más de 7.000m. Por suerte mi guía era además experto en montaña, y se conocía todos los caminos y al monje que guarda el templo, que nos dejó entrar.
Punakha es otro lugar que uno no puede perderse, y sin lugar a dudas el Punakha Dzong: Con una ubicación fantástica en la confluencia de dos ríos, es el dzong (fortaleza-monasterio) más hermoso y representativo de la arquitectura de Bután. Sinceramente me habría quedado horas visitando cada rincón, pero como hay tanto por visitar y dispongo de poco tiempo, hay que continuar la ruta.
Por suerte mi guía era un gran conocedor del destino, de sus costumbres, su cultura y religión y me lo explicaba todo al detalle, además se adaptaba mucho al tipo de viaje que tenía en mente. Para mí, es muy importante encontrar un guía que sea flexible y que pueda cambiar los recorridos si es necesario, en base a las necesidades y gustos de cada persona o grupo.
Ya de regreso a Paro pude ver como se practicaba el deporte nacional del país: El tiro al arco. Este deporte lo realizan desde niños los butaneses. Es muy fácil observar pequeñas competiciones entre los hombres del lugar. Avituallados con su traje tradicional, el “GHO”, no dudan en desafiar a los vientos helados del Himalaya.
En Paro, además de visitar el Dzong de Paro, uno no puede irse sin hacer el trekking al Nido del Tigre, y sí, aunque sea lo más típico, ¡hay que hacerlo!. Según la leyenda, el Guru Rinpoche (Padmasambhava), uno de los personajes esenciales de los orígenes del budismo tibetano, llegó a este remoto rincón a lomos de una tigresa con el objeto de meditar en este escarpado lugar. En el siglo XVII se levantaría este extraordinario complejo religioso, una de los puntos más icónicos en cualquier viaje a Bután.
Es muy recomendable empezar muy pronto, ya que es una visita que todo el mundo suele hacer y suele ser una ruta bastante transitada. Además, la mitad del camino se puede hacer subido a lomos de un burro (algo que no aconsejo), y para los que van andado tiene el problema de que os comeréis todo el polvo, así que…¡a madrugar!. El trekking entre la ascensión, visitar el monasterio y el regreso, dura unas 5 horas, pero la visita vale realmente la pena. Llegaréis hasta los 3.200m de altura.
Bután es un país en el que realmente se desconecta del mundo: Las montañas, los paisajes, sus gentes, su cultura, ofrecen una paz difícilmente alcanzable en el mundo occidental. Es un destino ideal para conectar con la espiritualidad del país y tomar clases de meditación, yoga, disfrutar de los spas de los hoteles, del paisaje, la felicidad de sus habitantes y de la naturaleza.