Hasta siempre Rafiki
Los gorilas de montaña viven en la cadena montañosa volcánica de Virunga entre Uganda, Ruanda y el Congo. Durante años el crecimiento de la población en la región hizo que se talase una gran cantidad de selva para cultivo y ganadería, reduciendo el hábitat de los gorilas considerablemente y provocando enfrentamientos entre granjeros y gorilas. ¿Por qué proteger a un gorila y la selva cuando le gente tiene hambre y necesita cultivar un terreno fértil?
Durante años, los gorilas fueron declarados especie en grave peligro de extinción y su caso se hizo famoso en 1988 a raíz de la película “Gorilas en la niebla” basada en la historia de Dian Fossey, quien, por proteger este delicado ecosistema, murió asesinada por cazadores furtivos.
Cuando, en medio de la pandemia del coronavirus, dos cazadores furtivos mataron a Rafiki , uno de los gorilas de montaña más famosos de Uganda, atravesándole el pecho con una lanza. Pero, en realidad, Rafiki ha muerto por culpa de aquella misma pandemia.
La muerte de Rafiki (“amigo” en idioma Swahili) ocurre por las mismas circunstancias que las de la doctora Fossey. El difícil equilibrio entre la conservación y la economía local. Cuando una población necesita recursos y los tiene a mano, se pregunta por qué unos hombres blancos me dicen que la vida de un gorila vale más que la mía. Este es el gran dilema de los modelos de conservación en África y se ha demostrado muy tristemente que, mientras no haya un equilibrio entre el beneficio para la comunidad local y el ecosistema, seguirá habiendo caza furtiva y conflicto.
En Uganda, se estableció un sistema de cupos y permisos de visitantes donde cada persona que quisiese acceder a Bwindi, debería pagar 600 dólares. Además, cada alojamiento, hotel o campamento que quisiese operar en el parque nacional, debería abonar también una cantidad fija por cada turista, a la comunidad local (llamados “community fees” unos 100 dólares por turista) y un canon al gobierno por la licencia de explotación en forma de impuestos.
Además, inmediatamente se dieron cuenta que los mejores guías para adentrarse en la zona eran los propios cazadores furtivos, pues eran excelentes rastreadores y se conocían cada palmo de las montañas. De esta forma, de un día para otro, sus habilidades fueron uno de los éxitos del modelo de conservación.
Los gorilas viven en grupos familiares de entre 10 y 40 miembros emparentados entre sí con un macho dominante como lo era Rafiki, el famoso espalda plateada. A día de hoy existen 18 grupos en Bwindi que se pueden visitar. Los gorilas primero han de ser habituados a la presencia humana en un proceso que dura alrededor de dos años.
Un grupo de gorilas recibe una visita de entre 6 y 8 visitantes cada día, aproximadamente a la misma hora junto con un guía especializado, rastreadores y guardias del parque nacional.
He visitado más de 70 países, he recorrido muchas selvas y rincones salvajes del planeta, y pocas experiencias han sido tan transformadoras como ver a una madre gorila dormir a su bebé en sus brazos o que Rafiki me diese un “suave” empujón y me tirase directo al barro para pedirme paso entre la espesa maleza.
En marzo de 2020, el mundo se encerró en sus casas y los turistas, guardianes de los gorilas, desaparecieron de un día para otro, desvaneciéndose la economía de toda una región de un plumazo y haciendo que muchas familias, cuyos ingresos dependen del turismo, tuviesen que salir a cazar para sobrevivir. …¿Dónde hay caza garantizada? En el Parque Nacional de Bwindi.
El 12 de Junio de 2020, dos cazadores furtivos buscaban cazar algo para comer, se toparon con Rafiki y en una escaramuza, una lanza mató a uno de los más famosos gorilas de Uganda, y con él una de las mayores fuentes de ingresos de la región.
¿Eran conscientes los furtivos del valor que representa Rafiki para toda la comunidad? ¿Somos conscientes nosotros mismos del impacto social y ecológico que pueden llegar a tener nuestras vacaciones en África? Hacerle una foto a un gorila de montaña para subirla a nuestro Instagram puede parecer una acción vacía pero, en realidad, esa foto está permitiendo que tanto los gorilas como las personas que viven en la zona, puedan convivir y generar un modo de vida basado en la auténtica sostenibilidad.
Rafiki tenía 25 años cuando murió y era el líder del grupo Nkuringo con 17 miembros. Fue el primer grupo en ser habituado a la presencia humana en 1997 y pronto se convirtió en la mayor fuente de prosperidad para la región. El grupo está siendo seguido por la UWA (Uganda Wildlife Authority) quienes aseguran que existe la posibilidad que el grupo sea controlado por un nuevo espalda plateada salvaje, o que se desintegre, en ambos casos impidiendo las visitas de los tan necesitados turistas.
Desde aquí, os invito a pensar en África en vuestro próximo viaje con una nueva perspectiva, la de la sostenibilidad real y directa para la protección de, en este caso, un gorila que cuando os mire directamente a los ojos, os haga sentir esa humanidad.