Venecia a vista de máscara
Cuando Napoleón Bonaparte invadió Venecia en 1797, definió la Piazza San Marco como “El salón más bello de Europa”. La invasión de Bonaparte acabó con los 11 siglos de historia y poder de la República Serenissima y, de hecho, fue él mismo quien prohibió, por miedo a que conspirasen contra él, los festejos de Carnaval, una tradición veneciana que se había iniciado en el s.XIII.
Los carnavales se fueron restableciendo gradualmente y alcanzaron su máximo esplendor en el siglo XIX, oficializándose definitivamente en 1979. En los siglos XVIII y XIX, Venecia era una de las paradas obligadas del denominado “Grand Tour” y muchos aristócratas de diferentes lugares visitaban la ciudad, siendo habitual que los príncipes y nobles se escaparan a disfrutar del carnaval durante algunos días, o incluso meses, ya que hubo épocas en las que los festejos duraban de octubre a marzo.
Durante el Carnaval de Venecia, los nobles se mezclaban con la plebe, los ricos con los pobres, desaparecían las diferencias sociales y se disfrutaba de ese anonimato liberador y de la ilusión de que cualquier cosa podía suceder durante esos días.
Hoy en día, viajar a Venecia es hacerlo a una ciudad en la que parece que el tiempo se detuvo hace siglos. La mejor forma de llegar a la ciudad es desde el mar, a bordo de uno de los célebres motoscafi o taxis acuáticos, para iniciar tu viaje con esa primera postal única que nos va a brindar el “skyline” renacentista veneciano formado por el Palazzo Ducale, las cúpulas de la Basílica de San Marco y el Campanile.
Si consigues alejarte de las rutas más turísticas, lo mejor que puedes hacer en Venecia es callejear sin rumbo y perderte por barrios o sestieri como el Dorsoduro o la Giudecca. Respirar la humedad de los canales que se entremezcla con el aroma de algún guiso procedente de los pequeños balcones. Acariciar los muros semihundidos en el agua con siglos de historia o admirar el lujo decadente de los palacios que se asoman al Gran Canal, el mismo que Lord Byron recorría a nado a diario allá por el 1820.
La mayoría de máscaras venecianas están inspiradas en los personajes de la Commedia dell’arte, un género de teatro popular que nació en Italia en el siglo XVI y que se caracterizaba por su carácter cómico, que buscaba el ridículo a través de situaciones absurdas.
Algunos de los personajes más importantes son Pulcinella, Arlecchino, Colombina y Pantalone.
Una de las máscaras más populares, sin duda, es la picuda máscara que los médicos de la Edad Media utilizaban para evitar contagiarse y que se popularizó durante la peste que asoló la ciudad entre 1629 y 1631.
Venecia, una ciudad amenazada a partes iguales por el lodo de los canales, las corrientes marinas y el turismo de masas, celebra cada año, entre febrero y marzo, una de sus mayores tradiciones, “Il Carnevale”, una experiencia única en el mundo.
A lo largo de diez días, venecianos y viajeros inundan las calles, plazas y palacios de la ciudad ataviados con suntuosos y costosos vestidos al estilo de los nobles del s.XVIII, impecables pelucas, un maquillaje muy cuidado y elaboradas máscaras artesanales, en un viaje a través del tiempo en el que parece que el mundo haya retrocedido tres siglos.
- Los trajes del carnaval están confeccionados de forma artesanal y pueden llegar a costar miles de euros. —
- El romanticismo, el misterio y la estética del s.XVII inspiran la mayoría de vestidos —
- Máscaras, sombreros y capas garantizan el anonimato de la persona tras el personaje —
- Las parejas de locales disfrazados suelen posar para ver y ser vistos en los rincones más emblemáticos de la ciudad. Fotos: Jesús Serrano
Tanto los vestidos como las máscaras se fabrican de forma artesanal durante meses, con materiales de gran calidad y diseños exclusivos, lo que hace que el coste de un disfraz pueda alcanzar varios miles de euros.
El carnaval empieza oficialmente con el llamado “Volo dell’Angelo”, en el que una acróbata, suspendida de un cable metálico, se lanza desde el Campanile a 80 metros de altura y sobrevuela la Plaza de San Marcos ante cientos de asistentes que contienen la respiración. Esta tradición emula una antigua gesta que realizaba un equilibrista caminando sobre un cable y que tenía como objetivo saludar al Dux de la República veneciana, que observaba la escena desde su balcón en el Palacio Ducal.
Pese a que el carnaval hay que celebrarlo en la calle, los palacios, algunos hoteles de lujo y salones de baile, ofrecen experiencias únicas y exclusivas celebrando grandes fiestas a las que solo se puede acceder por invitación directa.