Remoto
A lo largo de la historia, lo remoto ha ejercido siempre un influjo poderoso sobre generaciones de viajeros y exploradores que, poniendo kilómetros de por medio, se han embarcado en la mágica aventura de descubrir y descubrirse a través de bosques lejanos, islas vírgenes, montañas inaccesibles, mares inexplorados, ciudades escondidas y culturas, etnias y tradiciones desconocidas.
No es necesario viajar siempre a la otra punta del mundo para vivir una experiencia remota. Podemos sentir esa indescriptible e inolvidable sensación que aporta lo remoto en un lugar no lejano pero inaccesible, escondido, desconocido para la mayoría, que aún no ha sido colonizado por el turismo de masas. Destinos en los que prima lo auténtico, lo local y lo sostenible. En lo remoto cabe una isla lejana pero también un bosque inexplorado, un hotel de lujo local o una experiencia auténtica. En nuestro mundo del s.XXI globalizado e interconectado en el que parece que no quede nada por descubrir, podemos asociar también el concepto remoto con lo offline y atrevernos a vivir el lujo de desconectar para reconectar con nuestra esencia y nuestro ser.
Más allá de Robinson Crusoe
Las islas como concepto exótico y remoto han ejercido desde siempre una poderosa atracción en el imaginario de los viajeros, escritores y artistas de todas las épocas. Muchas veces, una isla ha sido la protagonista de algunas de las grandes obras literarias universales. Es el caso de Ítaca, una pequeña isla del Mar Jónico que es la patria legendaria de Ulises, protagonista de la “Odisea” de Homero o de Isla Mocha, en Chile, que inspiró a Herman Melville su libro “Moby Dick”. En la isla chilena Más Atierra ubicó Daniel Defoe las aventuras de su famoso naufrago Robinson Crusoe en 1719 y James M. Barrie creó una isla imaginaria para situar el paraíso mágico de Peter Pan al que llamó “País de Nunca Jamás”.
La construcción de Joali se llevó a cabo con una filosofía de bajo impacto, construyendo las villas alrededor de los árboles para evitar ninguna tala y conservar los 1.000 árboles que hoy forman parte del entorno.
Lo remoto y lejano, lo misterioso y mágico, lo auténtico e inexplorado, lo exótico y escondido…todos estos son algunos de los adjetivos que nos vienen a la mente a la hora de definir el concepto de isla. Esas pequeñas o grandes porciones de tierra rodeadas de mar, vulnerables y robustas a la vez, guardianas muchas de ellas de antiguas leyendas de dioses, mitos, naufragios, exploradores, piratas y con una energía que las convierte en un atractivo para los viajeros que buscan vivir lo remoto desde la autenticidad de la naturaleza.
En medio del Océano Índico hay una isla llamada Muravandhoo, en el atolón Raa, al norte de las Maldivas. Infinitas playas de arena blanca, bordeadas de palmeras cocoteras y un fondo marino repleto de arrecifes de coral hacen de esta isla un destino ideal para perderse y vivir meciéndose al ritmo que marcan las mareas, el Sol y la naturaleza. Sin tiempo, sin obligaciones, sin rutinas, en comunión con lo remoto del lugar que paradójicamente nos acerca a lo más profundo de nosotros mismos.
En esa isla, una de las prioridades de Joali es el de preservar el frágil equilibrio natural de las Maldivas. En este ecosistema, desde el insecto más pequeño a la palmera más grande, cada especie juega un papel importante en el equilibrio de este paraíso terrenal. Hoy en día, la acidificación del mar empieza a ser una de las mayores causas de perdida de coral, y Joali cuenta con una bióloga marina que lidera en la actualidad un programa de recuperación del arrecife de coral.
Lo remoto en Joali no es solo un concepto de tiempo sino de tradiciones ancestrales de la isla que es posible experimentar junto a la población local como la ceremonia que marca el inicio de la primavera que, a través de una hoguera, celebra el renacimiento de la naturaleza y limpia cualquier residuo del invierno. Y si nos quedamos con ganas de más remoto, una moto de agua nos lleva a un islote desierto donde podemos estar solos con nosotros mismos en simbiosis con el azul infinito del horizonte del mar.
Un desierto de sal
Los desiertos siempre han sido asociados a lugares inhóspitos y remotos, lejanos e impenetrables. El salar de Uyuni es el mayor desierto de sal del mundo, con una superficie de 10.582 km². Está situado a unos 3.650 metros en el suroeste de Bolivia y a los pies del volcán Tunupa. El salar de Uyuni es la mayor reserva de litio en el mundo con el 50-70 % del litio mundial, e igualmente cuenta con importantes cantidades de potasio, boro y magnesio.
Se calcula que Uyuni contiene 10. 000 millones de toneladas de sal, de las cuales 25.000 son extraídas cada año. En el pasado, hace miles de años, el salar estuvo cubierto dos veces por agua: una por el lago Minchín hace 40.000 años y otra por el lago Tauka hace 12.000 años. Estas aguas que se evaporaron y dieron lugar a extensas capas de sal solidificadas que confieren a este remoto lugar la apariencia de desierto blanco lunar. Los únicos habitantes de esta zona tan enigmática son lo cactus gigantes, los flamencos y las comunidades de poblados como el de Jirira.
En medio de ese desierto de sal, nos sorprende Kachi Lodge, un original lodge ecológico integrado por un conjunto de domos o cúpulas de estilo geodésico. El lodge se alimenta de energía solar, practica una política de plástico 0% y hasta las cúpulas de los domos son reciclables.
- Podemos recorrer el salar con total libertad en una exclusiva airstream adaptada —
- Un chef nos acompaña en todo momento para disfrutar de la gastronomía local más exquisita —
- Kachi Lodge es un original lodge ecológico integrado por un conjunto de domos de estilo geodésico —
- El lodge se alimenta de energía solar y practica una política de plástico 0%
Otra manera de internarse en el infinito mar blanco de sal, es con la casa a cuestas en una airstream adaptada con una cómoda habitación doble, cuarto de baño completo, y un 4x4 para recorrer libremente el salar. Además, un chef acompaña en todo momento para disfrutar de una gastronomía regada de toques locales.
Entre mediados de enero y fines de febrero, algunos años hasta marzo, el salar se inunda recogiendo agua de todos los pequeños torrentes que desembocan en su llanura. Esto produce una inundación de unos pocos centímetros por todo el salar, produciendo un efecto espejo sobre el cual se puede circular en coche creando una oportunidad para hacer unas fotografías increíbles.
El resto del año, la salina se convierte en una zona muy activa para recorrer en bicicletas de montaña , ascender en una caminata al cráter de uno de sus volcanes extinguidos, o simplemente experimentar la sensación de caminar sobre un desierto blanco sin fin que cruje bajo nuestros pies.
En la cima del mundo
Las altas cumbres de los Himalayas nos llevan a una imagen hostil, distante y extraña. Los picos más altos del mundo habitados por la milenaria sabiduría hindú y budista.
Shakti es un vocablo hindú que significa “poder, habilidad, fuerza, capacidad” y es la energía cósmica principal que, en el hinduismo, representa las fuerzas dinámicas que se cree que se mueven a través de todo el universo.
Shakti es también el nombre de un lugar remoto donde experimentar la vida en la cima del mundo, en el Himalaya, con vistas a los elevados picos que forman una frontera natural entre el noroeste de la India y el Nepal. Un santuario con excelentes vistas a las montañas más altas del planeta y que ofrece un aislamiento total de la civilización. Un lugar de silencio y de paz para nutrir el cuerpo, la mente y el alma.
Aquí, tenemos la oportunidad de descubrir algunas de las regiones más remotas del Himalaya como Kumaon, Ladakh o Sikkim, rodeados de un ambiente sostenible ideal para viajeros sofisticados que aprecian la privacidad, la autenticidad y este remoto entorno combinado con el confort y el estilo más exclusivos. Un lugar en el que dejarnos sentir y conectar con nuestro yo más espiritual, con el silencio que habita dentro de cada uno de nosotros
Shakti es un lugar remoto donde experimentar la vida en la cima del mundo, en el Himalaya, con vistas a los elevados picos que forman una frontera natural entre el noroeste de la India y el Nepal
África auténtica
El médico, explorador y misionero británico David Livingstone se adentró por primera vez, junto a su mujer y sus hijos, en el desierto del Kalahari en el año 1849, donde descubrió el lago Ngami, en Botswana, y llegó hasta el río Zambeze dos años después.
El escritor Ernest Hemingway dijo en una ocasión: “Nunca supe de una mañana en África en la que al despertar no fuera feliz”. Y esto es lo que le debía suceder también a Jack Bousfield, un legendario cazador de cocodrilos y especialista en safaris, que instaló un campamento de safari en los años 60 en la zona de los salares de Makgadikgadi, en el corazón del desierto del Kalahari, al noreste de Botswana. Jack falleció en 1992 en un accidente de avioneta y su hijo Ralph fundó en memoria de su padre Jack’s Camp, uno de los campamentos más icónicos, exclusivos y elegantes de África.
Uno de los principales atractivos de este campamento son sus tiendas de safari estilo años 40, decoradas con mobiliario de estilo colonial, alfombras persas, tejidos victorianos y antigüedades. Los safaris, el paisaje, las puestas de sol y el silencio son espectaculares en este lujoso punto remoto de la África más auténtica.
El fin de la Tierra
Los antiguos griegos utilizaban el nombre "Ultima Thule" para describir el reino desconocido que se encontraba más allá de los límites del norte de sus mapas. Mucho antes de que los colonos europeos vinieran a Alaska, las tribus locales de Athabascan enviaron expediciones de exploración a este valle. Esas expediciones nunca volvieron. Aún hoy en día, los ancianos de Glenallen explican que su gente creía que el valle estaba encantado y, por ese motivo, nunca se establecieron aquí.
Pero en 1958, John Claus, un profesor apasionado por la naturaleza y la aviación, voló por primera vez sobre esta zona y se enamoró de una parcela de tierra cercana al río Chitina. El gobierno le concedió 5 acres y, armados solo con hachas, John y dos esquimales construyeron la primera cabaña de troncos a orillas del Chitina.
A lo largo de los años, el río se inundó dos veces y el asentamiento se desplazó hacia la ladera de la montaña. Desde entonces, Ultima Thule ha crecido y ahora ofrece todo el lujo y la hospitalidad de la civilización a los viajeros en una de las zonas naturales más profundas e inhóspitas de Alaska.
En 1982, el hijo de John, Paul, junto con su familia hicieron de esta tierra su hogar permanente y comenzaron a construir este exclusivo lodge, situado a 160 kilómetros de la carretera más cercana, en la reserva protegida más extensa del planeta, el Parque Nacional Wrangell-Saint Elias de Alaska. A Ultima Thule solo se puede acceder en avioneta y la familia Claus asegura que es de las zonas del planeta en las que aún es posible visitar lugares donde nunca ha estado ningún ser humano.
En lo más remoto del hemisferio sur
Willem Janszoon (1570 - 1630) fue un navegante y gobernador colonial neerlandés y el primer europeo en explorar las costas de lo que los romanos denominaban “Terra Australis” (la Tierra desconocida del Sur), Australia. En 1605 una expedición de exploración le llevó a la península del Cabo York, en la actual Australia, que cartografió creyendo que se trataba de una extensión de Nueva Guinea. A su regreso llamó al territorio descubierto Nueva Zelanda, un nombre que cayó en el olvido y que fue luego sustituido por el de Australia.
El Pacífico Sur, Nueva Zelanda, Australia son zonas que a lo largo de la historia se han asociado con el concepto remoto. Pero la vasta extensión de Australia hace que, dentro de ella misma, aún podamos encontrar lo remoto dentro de lo remoto.
En las marismas del río Mary, a poca distancia de la costa, se encuentra Bamurru Plains, una propiedad privada de 300 km² en el borde del Parque Nacional Kakadu. Una remota y hermosa región silvestre con un entorno natural repleto de aves y animales salvajes. Por la noche, no hay luces, tan solo el sonido del coro profundo del bosque de arbustos, de las ranas y los búhos.
Cerca se encuentra Kakadu, una región de excepcional belleza natural y una biodiversidad única, y una de las pocas áreas del Patrimonio Mundial que figuran tanto por su valor cultural como por sus valores naturales. El Parque Nacional Kakadu es administrado conjuntamente por sus dueños tradicionales aborígenes y por el director de Parques Nacionales.
Aquí, los viajeros ávidos de naturaleza y paisajes remotos pueden disfrutar de actividades como cruceros por el río para avistar cocodrilos, safaris a pie o en 4x4 y fluir durante el día y la noche con la observación de vida silvestre de la zona.